Desde mi sólida banqueta,
o sea desde mi trono de pelagatos, veo desfilar el tiempo y sus minucias, los
torbellinos del desorden, las fragatas que en el puerto se mecen impasibles,
los murciélagos que inmóviles vigilan, las golondrinas que regresan cargadas de
experiencia. También manos que ahora son casi garras, bocas seductoras que
reclaman besos, pieles que se convierten en pellejos, ojos que aman cuando
miran, colinas de allá lejos que se acercan , arroyos que se vuelven ríos, ríos
que se vuelven mares. Desde mis sólida baqueta, desde mi trono de
pelagatos, veo cielos que se aclaran y oscurecen, viejitas que
no hace mucho eran muchachas, desalientos que fueron esperanzas. Pero también
futuros que se abren y nos llaman, con promesas que quién sabe y no obstante
admitimos. El mundo pasa sin interrupciones, con paisajes que llenan el
contorno, alarmas con abismos, glorias inaccesibles, perdones que no pedimos y
alborotos en la conciencia cerrada con candado. Hasta que una noche inesperada,
los párpados sucumban y ya no se levanten.
El mundo pasa de Vivir adrede
Comentarios
Publicar un comentario